Muchos artistas cubanos le han dado a su trabajo una proyección social que trasciende su obra y repercute directamente en la gente común. Enseñan arte en plena calle, convierten su barrio en una galería, llevan la ópera a barrios y pueblos, les arreglan las casas a sus vecinos o crean estudios para grabar los discos que desechan las discográficas.
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